martes, 10 de enero de 2012

LA CAÍDA DE UN CANDIDATO

Los gobernantes, cuando son candidatos, traen excelentes
intenciones para con su pueblo. Aquí la cosa es que, en el camino, es decir del
inicio de campaña a la toma de protesta, el virtual gobernante cambia su forma
de ser y aunque no le sucede a todos, sí es un vicio dentro de la política que
hay que erradicar. ¿Pero por qué pasa esto? Ese es el tema que vamos a discutir
hoy amable lector.

DEL PLATO A LA BOCA

En MÉXICO, por alguna estúpida razón, se piensa entre la
mayoría de los políticos que hacerse el importante trae votos y simpatías. Por
ejemplo: Si el candidato tiene algún compromiso a las diez, su asistente, que
es el que le lustra los zapatos con la lengua todo el día para quedarse con la
SECRETARÍA PARTICULAR, le aconseja algo como lo siguiente: “¡No hombre! Ni se
te ocurra llegar a las diez en punto. Date un poco de importancia. ¡Eres el
candidato oficial y próximo presidente!” O diputado o senador según sea el
caso. Y así, aquel candidato noble y de buenas intenciones, comienza a
desfigurarse.

Todo eso sin contar con que, de andar siempre en camiones o
en un carrito modesto, el día del inicio de campaña aparece en uno moderno y
acompañado con chofer y asistentes. Las delicias del poder lo empalagan. La
caída comienza. De repente, se convierte en el santo de todas las devociones
pero ya no recibe a cualquiera, sino a aquel que, según su lame botas, le es
conveniente en el patrocinio para la causa o en el acarreo de votos. Así, la
gente rica es puesta en la agenda como prioridad, mientras que don CHONITO el
de la esquina, o doña PETRA la de enfrente, quedan relegadas a un: “Déjame
checar la agenda y te llamo”. Con todo y esto, en los eventos públicos sigue
mostrando simpatía porque solo ella puede traerle los votos suficientes para
ganar.

Pero… ¡Y que gana la elección! Ahora, aquel candidato ya es
gobernante y, aunque sabe que le espera mucho trabajo, ha asegurado su economía
por tres o seis años según sea el caso. El lame botas, que hizo su chamba
durante toda la campaña, queda entonces como el secretario particular y es aquí
donde aquel líder que movía a las masas, que fue candidato y ganó gracias a su
pueblo, comete el error más garrafal que Yo en lo personal he observado en los
políticos. Le dejan toda la agenda al secretario particular, quien es el que
decide si el ahora gobernante, nos recibe o deja de recibirnos.

Mire; en esta cuestión la cosa es simple. Cuando fui
SECRETARIO EJECUTIVO del CONSEJO MUNICIPAL PARA PERSONAS CON DISCAPACIDAD,
tenía como asistente a ” la gran SABINA”. Así le llamaba porque era (y sigue
siendo para dolor de muchos) una trabajadora social muy eficiente, mas sin
embargo, nunca manejó mi agenda. La agenda la tenía Yo, y solamente le pedía
que anotara en su libretita o en otra agenda similar, las citas o las reuniones
que Yo tendría en el día. No las hacía Ella, sino Yo y nada más le pasaba el
dato. Si Ella deseaba que Yo recibiera a alguien en lo particular, nomás me lo
decía y Yo con gusto le señalaba fecha y hora, pero nunca se tomó atribuciones
como la de citar sin que Yo supiera o dejar de recibir a alguno que viniera a
buscarme. Si Yo soy gobernante o funcionario de alto rango, no permito nunca que
mi asistente, secretario o secretaria toque mi agenda, sino para anotar lo que
Yo le diga. Para agendar citas con quien Yo le diga y no con quien Él o Ella
decidan que tengo qué hablar.

Pero sí he conocido políticos que manejan su propia agenda.
Por eso pienso que en el caso de presidentes, diputados y senadores, no hay razón
por la cuál no se pueda hacer igual.

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