miércoles, 25 de marzo de 2020

¡VIVA MI TERQUEDAD PROVINCIANA!

MIS CONDOLENCIAS A LA FAMILIA BRAVO CARBAJAL

 

No publiqué nada el pasado lunes, amable lector, porque pensé que no habría periódico ni quién lo repartiera; pero antes de comenzar, quiero externar, aunque algo tarde mis condolencias a don Javier Bravo, expresidente municipal de Puerto Vallarta; a mi amigo el tigre Iván Bravo, exdirigente del PRI municipal y exdelegado del Pitillal, y a toda la familia por la sensible pérdida de doña Eduviges Carbajal, madre de los antes referidos. Quisiera tener palabras que pudieran traer el consuelo y resignación a sus vidas, pero como no tengo esa facultad, envío mi más sincero abrazo y mi deseo de que pronto puedan todos recuperarse de la pena que les aqueja. Descanse en paz. Pasemos al tema de hoy:

 

¡VIVA MI TERQUEDAD PROVINCIANA!

Sentado a la meza, bebo un té de manzana-canela acompañándolo con unas galletas que tienen forma de tablitas rectangulares y que, aunque me están gustando, no atino a decir de qué sabor son. Checando el Facebook, me río de los asustados por el mentado Coronavirus; leo la prensa local y veo que algunos periodistas se quejan de que el vallartense no obedece cuando de encerrarse en la casa se trata. Reflexiono un rato y luego me pregunto: ¿Y por qué habrían de obedecer?

 

Amables lectores, no me gusta incitar a la desobediencia aunque muchas veces no esté de acuerdo con el Gobierno en sus decisiones; sin embargo, Yo haría exactamente lo mismo si me diera la gana de salir, ir a la playa o a cualquier otra parte donde pueda matar el aburrimiento. ¿Sabe por qué? Pues primero porque aunque el Coronavirus sí existe, no creo que sea tan mortal como dicen. Los medios de comunicación están sembrando el pánico en la gente y muchos, la mayoría de mentalidad débil, viven aterrorizados con la idea de morirse de una gripa que si bien podría afectar seriamente a niños y ancianos, no se ha sabido que mate a ningún joven o adulto fuerte. Por si fuera poco, son los mismos medios los que no abonan a que les creamos. El pasado jueves fui a desayunar con mi madre. Mientras lo hacíamos, Ella tenía encendido el televisor en el canal de las estrellas, donde transmitían una entrevista de una señora cuyo marido había muerto del mentado Coronavirus; y es ahí donde uno dice: "A ver… Si la señora convivió con el muerto, si hasta tuvo intimidad con Él… ¿Qué anda haciendo Ella afuera dando entrevistas? ¿No debería estar aislada? Pero claro, los aislados no dan entrevistas ni pueden contribuir a la causa. Con la Influenza pasó igual; medios sacando muertos y más muertos, gente con tapabocas, prevenciones y miedo por todas partes, y al final resultó que todo había sido fabricado, que no fueron tantos los muertos y que en realidad, tampoco era (ni es) tan peligrosa como aseguraban, aunque todavía hay gente que dice que sí. ¡Y luego se quejan de que no les creemos! ¿Pues así cómo?

 

Pero para exponerle la segunda razón por la cuál Yo también saldría del encierro si quisiera, juguemos a que sí. Supongamos que el Coronavirus de veras es así de mortal como dicen y que al mundo se lo está cargando la fregada. ¿No sería mejor morirnos contentos? ¡Al cabo mundo ahí te quedas! Lo único que vamos a llevarnos de aquí es lo vivido. Ni siquiera el puño de tierra como dice la canción, sino lo disfrutado. Ya sé que muchos me van a tachar de "irresponsable" y para justificar el miedo me preguntarán: "¿Pero y entonces por qué tanto muerto?" "¿Por qué cierran los negocios y hasta las iglesias?" Es muy sencillo: Para crear pánico. La psicosis colectiva causa pánico; El pánico baja las defensas de cualquiera y así pues cualquiera se enferma y se muere. Vaya a cualquier psicólogo, llévele mi columna y pregúnteselo; verá que no miento.

 

La mejor mentira es aquella que contiene algo de verdad. La verdad en esta mentira es que el virus existe; la mentira es que pueda llegar a matar a tanta gente. Salga, diviértase y si puede, pues gaste. Viva la vida como si nada, porque al cabo nada está pasando. Deje que los niños ñoños se aterroricen como cuando nuestros papás nos asustaban con el diablo u otros cuentos. Despreocúpese de la pandemia amable lector, y viva feliz hasta que le llegue la hora; porque al cabo de todos modos un día le haremos honor a la tierra y de eso no vamos a salvarnos. ¿O usted sí?

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