jueves, 24 de noviembre de 2011

AL PUEBLO LO MATAN SUS DIABLOS

POR LICENCIADO OMAR ARCE

Me había dicho un día mi abuelita que, cada uno de nosotros, tenía un ángel de la guarda y que por eso no debía comer parado, para que no se fuera a ir. Lo que nunca me enseñó fue que, cada uno de nosotros, también trae como mil diablos cargando y que pueden llegar a ser muy peligrosos. Si no, nomás vea: En el marco del XXVII CONGRESO DE CARDIOLOGÍA, del cuál VALLARTA FUE SEDE, el director del Instituto de Corazón de Querétaro dijo sobre los infartos que: “Cada vez los vemos en gente más joven, las enfermedades habitualmente las asumíamos en gente mayor, pero en la actualidad estamos teniendo infartados en jóvenes de 20, 30 y 40 años, entonces, el impacto de esta enfermedad cada vez es mayor”.

Es lamentable que cada vez sean más jóvenes los que mueren de un infarto, pero para mí, tal cosa no es sorprendente. Porque según el jodido sistema educativo de hoy, es más importante para el alumno aprender fórmulas estúpidas como “x mas y = 23”, que aprender a manejar de forma correcta sus emociones. Si en vez de tanta babosada nos enseñaran que las cosas son según se vean, Yo le aseguro amable lector, que el índice de mortalidad por infartos sería, sin temor a equivocarme, muchísimo menos alarmante. Pero… ¿Cómo está eso de que las cosas son según se vean?

Es muy sencillo. Hace poco, justamente cuando anduvo en boga esto de la conjuntivitis, Yo sentí síntomas de que iba a darme. Pero no me alarmé. Se alarmó más cierta persona que, al saberlo, fue tanto su temor que procuraba no acercarse tanto a mí. ¿Y qué cree que pasó? Pues nada; que al final, lo mío solo fue una falsa alarma y que, a aquella persona, la conjuntivitis le dio con ganas. Nunca dejé de acercarme a ella pero no sufrí de tal enfermedad jamás. ¿Qué pasó ahí? Pues que, de solo temer, también nos vienen las cosas. Eso es lo que ha pasado con los infartos.

Porque no es lo mismo que Yo le dé una manzana a mi cuerpo porque sepa que le hace bien, a que le dé la manzana por miedo a sufrir un infarto. Yo, fácil me hecho diez tacos de carnitas de puerco en un solo sentón, pero también doy gracias a DIOS por la oportunidad y no ando con que la carne de puerco es mala. Porque desde el momento que temo, estoy propenso a que me den todos los males que, según se dice, le dan a todo aquel que come así. No estoy peleado con quienes gustan del buen comer, pero lamento decirles que si lo hacen por temor, igual se los carga la tiznada aunque se atasquen de frutas y verduras. ¿Por qué? Porque lo que mata es el temor. Si no, nomás dígame: ¿Cómo es que deportistas han caído infartados en pleno estadio municipal? ¡Pues muy fácil! Hacían deporte por temor y el temor los mató. ¿Lo ve? Por eso digo que al pueblo lo matan sus propios diablos.

¿Qué pasó con la influenza? Lo mismo. Era una mentira podrida de CALDERÓN que, tan pronto como fue difundida, hubo quien sintió verdaderamente los síntomas. ¿Por qué? La respuesta es fácil; por miedo.

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