martes, 13 de diciembre de 2011

EN MI CASA... ¡YO TAMPOCO SOY LA SEÑORA!

La respuesta que dio PEÑA NIETO
cuando dijo: “No soy la señora de la casa”. En relación a la entrevista que le
hiciera el periódico español EL PAÍS, y que saliera publicada el pasado
domingo, es la misma que Yo hubiera dado si se me preguntara a cómo vale el
kilo de frijol. Y es que hay qué reconocerlo; las únicas que traen presente esa
información, son ellas, las damas del hogar.

Por eso pienso que no deberíamos
ver tal respuesta como una declaración contra la mujer. Yo podría entender que
los políticos de oposición se quejen de que PEÑA NIETO no sepa cuál es el
salario mínimo en MÉXICO, pero no me sorprende en lo absoluto el hecho de que
no sepa el precio de productos básicos porque, simple y sencillamente, para eso
tiene esposa o de menos, alguna sirvienta. Mi comentario, como la respuesta de
PEÑA NIETO, podría parecer machista o incluso hasta misógina, y sin embargo, no
formulo mi razonamiento con la intención de denigrar o de menospreciar a la
mujer. Lo que con ello quiero manifestar, y seguramente también fue la
intención del candidato, es que son ellas las mejores y más diestras en estos
menesteres. Cada quien para lo que es bueno, y Yo, reconozco que en cuestión de
precios no sé nada.

Pero para ilustrar mejor mi forma
de pensar, nomás vea la diferencia entre un hombre y una mujer cuando van a
comprar al centro comercial, y verá que no es lo mismo. El hombre, llega a la
tienda, lee la lista, (si trae) y si en esa lista de compras está un paquete de
papel higiénico, este va y toma el primero que ve y lo pone en el carrito. La
mujer, en cambio, va y revisa el precio de todas y cada una de las marcas de
papel higiénico que hay, compara, calcula y entonces, cuando ya está
satisfecha, va y pone en el carrito el que mejor le conviene. Lo mismo pasa
cuando el hombre y la mujer van a la carnicería. El hombre pide un pedazo de
carne para comérselo, rápido, lo más rápido posible porque tiene hambre. La
mujer, va y pide por nombre lo que quiere porque sabe que tal o cuál parte de
la res o del cerdo, es más blanda o más dura. ¡Y todavía a veces hasta pide que
se lo corten de esta forma o de la otra!

Para acabar pronto, déjeme
contarle que hasta hace poco, Yo pensaba que el frijol era frijol y nada más.
¡Y fíjese que no! Porque de mi esposa y de mi madre he aprendido que hay frijol
peruano, bolita, azufrado y quién sabe cuántas variedades de este. ¿Cuál será
el mejor? ¡Sabe DIOS! ¡Con hambre para mí cualquiera! Pero ellas… Ellas sí
sabrán decirnos con toda certeza cuál es el mejor. ¿Por qué? ¡Casi por nada
hombre! Son las señoras de la casa y, a menos que su marido sea cocinero o
incluso algo afeminado, no habrá quien les quite el mérito de saber mejor que
nadie cómo se maneja la administración del hogar. En cuanto a mí, meterme en
cuestiones de precios, sería como si mi esposa se metiera en mi trabajo como
abogado. Cada quién lo suyo.

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