lunes, 7 de octubre de 2019

EL PUEBLO SIGUE PONIENDO LOS MUERTOS… ¡Y LAS NIÑAS VIOLADAS!

Volví de mis vacaciones, amable lector, y estoy listo para desenfundar el bastón. De hecho, ya lo traía listo desde el día en que regresaba a mi Vallarta y ahorita le voy a contar por qué. Si puede, prepárese un cafecito y disfrútelo mientras le expongo, contextualizado con parte de lo que fue mi estadía en el Estado de Guerrero, lo que hoy quiero compartirle. Ah, y por favor téngame paciencia si es que ve que me entretengo mucho en los detalles; porque mientras escribo sigo pensando y es que la verdad, no encuentro cómo empezar. Sé lo que quiero decir, pero no sé cómo abordarlo; pero bueno, aquí vamos:

Estuve en Acapulco y Zihuatanejo, hospedado con familiares de mi esposa a quienes saludo y agradezco por todo lo bonito que me trataron en ambas ciudades. Pude haberme substraído de la terrible realidad del estado, simplemente quedándome callado y disfrutando de todo lo bonito que ahí tienen; pero como soy re mitotero, lo primero que hago al llegar a un lugar es preguntar cómo está todo por allá; la política, la sociedad, si hay leyendas que me puedan contar… Fue así que me di cuenta de que lamentablemente, y muy a pesar de lo que el Presidente y sus chairos puedan decir, la violencia y la inseguridad no han acabado en Guerrero y eso lo supe desde que llegué a Acapulco; donde en algunas colonias hasta toque de queda imponen los sicarios que controlan las mal olientes calles. Con decirle que es tan grande la problemática, que nadie manda a los niños solos a ningún lado, ni siquiera de día y además tienen razón. El último día que estuve por allá, me desperté con tres balazos que sonaron muy cerca de donde Yo dormía; al poco rato llegó el Gobierno preguntando si había sido ahí. ¿Usted cree que con esas cosas va uno a mandar a los niños a la tienda solos? ¡Y no solo los niños! También las muchachitas corren grave peligro de ser levantadas para llevárselas luego a cualquier sicario y este se complazca violándolas. ¡No es exageración amable lector! Hay historias de adolescentes que han sido bajadas de los colectivos a punta de pistola y ante los ojos de un pueblo apático, no por serlo; sino porque nada puede hacer al respecto y teme ponerse en peligro. Ahora bien, de Acapulco ya a nadie sorprende nada; el asunto aquí es que, según me cuentan, esto se vive desde Guerrero hasta Colima, mientras el Presidente intenta resolverlo todo con "fuchis" y "guácalas".

Le cuento más: Estando en Zihuatanejo, una de mis parientes nos invitó a mi esposa y a mí a pasar un par de días en Pantla; una localidad del municipio de José Azueta que está como a cuarenta minutos en colectivo, y en la que se filmó (para las mujeres y afeminados que les gustan los culebrones de TELEVISA) parte de la telenovela Marimar. Fue ahí, mientras comía una gallina en mole y sopeaba con unos Nejos (tamales preparados con cal y ceniza que se acostumbran mucho en Guerrero y Michoacán para acompañar el mole), que me narraron lo que todavía, muy a pesar de lo que asegura el Presidente y de la presencia de la Guardia Nacional, sigue ocurriendo en aquellos lares. ¿Y qué es? Pues casi nada: La descarada entrega de muchachas a los sicarios. Que se maten entre narcos está bien; total, es entre ellos y nada más. Pero cuando ya se meten con el pueblo que ni la debe ni la teme, cuando ya estamos hablando de niñas de trece o catorce años que tal vez salieron a mandados de sus padres y que ya no regresaron porque fueron levantadas para ser violadas y luego desaparecidas, el problema adquiere otras dimensiones. Todo esto, no crea que son chismes de lavadero; me lo narró alguien que vio cómo entregaban dos chicas en una gasolinera de Ixtapa, Zihuatanejo.

Y así podríamos pasarnos la mañana, amable lector, hablando de asaltos, secuestros y violaciones en aquel estado; pero el punto es este: Ante tanta cosa, el pueblo guerrerense se pregunta lo mismo que usted y Yo nos preguntaríamos en tal situación. "¿Y el Gobierno?" Porque si bien es cierto que el problema data de muchos sexenios atrás, también es cierto que el Presidente prometió un México diferente; un México sin violencia que por lo menos Yo, aunque a mí no me haya pasado nada, no pude percibir cuando estuve en Guerrero.

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