jueves, 14 de febrero de 2013

CARTA ABIERTA A MI ESPOSA

A DOÑA CECILIA PANO DE ARCE

LA AUTÉNTICA GRAN SEÑORA:

 

Soy un hombre práctico y lo sabes. Mi desprecio es para los débiles y quebradizos, porque soy un hombre de guerra. Lo que es más, TÚ misma me aceptaste así. Por eso no sé decir estupideces ni en este día. Por eso es que no te salgo con cosas como: "Si pudiera regalarte la luna o las estrellas…" O como una canción medio lela que dice: "Y aunque se acabe el mundo, colgado de una estrella te amaré". ¿Pues cuándo has visto a cualquier pobre imbécil colgado de alguna estrella?

 

Hay infinidad de parejas que se dicen todas esas cursilerías sobre todo en este día, pero que se llevan de la greña. A ti, a mí, a pesar de que no sé decir esas babosadas, el mundo nos dice que somos una pareja ejemplar. Porque nos hemos complementado tanto que somos uno solo. Porque a pesar de haber convivido mucho tiempo, con mucha gente que ha visto nuestro trato mutuo, podemos decir libremente que nadie nos ha visto pelear y aquí, permíteme añadir que además, nadie nos verá. Porque sabemos lo que es el matrimonio, desde un principio lo sabíamos y por tanto, también sabíamos a lo que íbamos aquel primero de Octubre de 2005 que nos casamos ante la gente. ¿Tengo Yo defectos? ¡Claro! Todo el mundo los tiene. ¿Los tienes Tú? Sin duda alguna. Pero establecimos dos bases para nuestra relación y son el respeto y la confianza. Eso vale más para mí, que cualquier palabrita cursi y estúpida que se me pueda decir en este día del amor y la amistad.

 

En cuanto al respeto, reconozco que has sido una mujer ejemplar. ¡Como ninguna! En el hogar has dedicado tu tiempo a hacer tu parte, y nunca, jamás en estos siete años, he escuchado que te entrometas con lo que a mí me toca. Has respetado mis decisiones una a una y cuando no te parecen, en vez de estar como cualquier mujer, a dale y dale con lo mismo, has callado mientras Yo en la práctica me doy cuenta de las consecuencias de mis actos. En cuanto a la confianza… ¿Qué decir?

 

Pues que la confianza, aún en el matrimonio debe ganarse y Tú, en cuanto a la que Yo tengo en ti, te la has ganado a pulso. Porque muchos religiosones y mandilones piensan que la confianza debe tenérsele a la pareja desde que se firma el acta de matrimonio. ¡Nada más erróneo que eso! La confianza se siembra y se gana. Tú la has ganado y pienso que la tuya me la he ganado también. De otro modo, no entendería mis viajes, mientras Tú te quedas tan tranquila. Recuerdo cuando, allá en GUADALAJARA, una muchacha ciega se enamoró de mi voz y, sin saber que ahí estabas Tú, y que eras mi esposa, me echó los perros y hasta extendió su mano para tocar mi rostro. ¿Sabes lo que habrían hecho algunas de las mujeres de quienes leen esto? ¡Tú y Yo conocemos a algunas que se habrían emperrado! ¿Y sabes cuánto tiempo le habría costado a uno de esos pobres e infelices cobardes y  quebradizos contentar a la fiera que tienen por mujer? Pero Tú nada dijiste. Al contrario, el hecho te causó tanta gracia que no parabas de reír después. Y es que, no solo has sabido respetarme en casa, sino que además, has sabido hacerlo en público, comportándote a la altura de lo que para mí, y para muchos eres: Una gran señora. Porque has sabido asimilar el hecho de que, sea por lo que fuere, hay mujeres que me admiran y eso no te ha quitado ni el sueño ni el hambre.

 

Y lejos de feminismos y machismos necios, así somos, y así vivimos. ¿Qué mereces? ¡Tantas cosas! Y no solo hoy, sino siempre. Por eso, espera la sorpresa que para ti he preparado esta noche del amor y la amistad, y te aviso que he decidido publicar esta carta, como un reconocimiento especial y una cátedra de lo que es y debe ser una gran mujer.

 

OMAR ARCE, 14 DE FEBRERO DE 2013

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