miércoles, 20 de noviembre de 2019

CÓMO SE AMANSAN LAS YEGUAS LOCAS?

¿Le ha pasado, amable lectora, que cuando sus hijos no llegan a la hora que dijeron que llegarían, a usted le da por matarlos y enterrarlos en su pensamiento? ¿No es cierto que cuando las cosas no nos van como queremos solemos imaginar una y otra vez el peor de los finales? ¿Le es más fácil pensar negativamente en vez de pensar en positivo? Estoy seguro de que así es, porque a todos nos pasa. La mente humana no sabe dejar de pensar y para colmo, siempre piensa mal. Nunca le traerá pensamientos de alegría y felicidad en automático; pero siempre está dispuesta a brindarle los pensamientos, palabras e imágenes más crueles y trágicas. ¡Así es la mente! Una excelente esclava cuando se le educa, pero una malísima patrona cuando no, porque siempre está buscando problemas, aunque solo sean problemas imaginarios y por eso hoy quise abordar este tema.

Imagine que usted anda por su casa de noche; ya todo está oscuro; sus hijos ya duermen y de pronto escucha un ruido. Si tuviésemos control mental pensaríamos, casi sabríamos que se trató de cualquier cosa: Alguien caminando allá afuera, un gato o una rata que tiraron algo al pasar… Sin embargo, la mente le juega una mala pasada y le dice: "¡Un ladrón!" "¡Un aparecido!" "¡El diablo!"… Y es que la mente puede compararse a una yegua loca DE CASCOS LIGEROS a la que le gusta parir caballos brutos por montones. Estos caballos brutos son los pensamientos desbocados que todos tenemos y es necesario, aunque no es nada fácil, tener control sobre ellos. ¿Cómo se hace? Amansando a la yegua primero.

Hace solo un mes les compartía una columna titulada "AFORTUNADO", en la que, entre otras cosas, dije que me levantaba a las 4 de la mañana y lo primero que hacía es meditar. Pues déjenme contarles que la meditación consiste, precisamente, en aprender a pensar y dejar de hacerlo; o lo que es lo mismo, aprender a controlar la mente. "Pero Omar, Yo pienso nomás en lo que quiero pensar". No es cierto; de hecho, ahorita, mientras da lectura a esta columna, su mente anda divagando en otros asuntos. Sus hijos, el trabajo, asuntos conyugales, quehaceres de la casa… La lista es interminable pero lo cierto es que usted no está conmigo por completo porque la mente siempre está, o en el pasado, o en el futuro; pero nunca está en el aquí y ahora. ¿Lo ve? ¡Desmiéntame! "Bueno, pero ya nos diste todo un rollo; ahora dinos qué hay que hacer".

Pues bien, la solución a esto está, precisamente, en permanecer aquí y ahora. Es un trabajo arduo y cansado al principio porque debemos convertirnos en observadores de lo que pensamos y sentimos, pero créanme que esto nos ahorra energía porque solo vamos a pensar cuando sea necesario y para lo que sea necesario. Si mi hijo no llega y Yo me descubro pensando en que ya lo asaltaron, lo golpearon o le pasó cualquier accidente, lo que hay que hacer es volver a la realidad y pensar: "Lo único cierto aquí es que el chamaco no ha llegado; lo demás es un juego de mi mente". Aquí y ahora, nada me afecta porque en cuanto viene un pensamiento, emoción, imagen y/o reacción de mi parte, la observo sin juzgarla y desaparece. No es la única forma de meditar, pero es un buen inicio. Vigile siempre lo que está pensando; cuando una situación lo tenga pensando demasiado, regrese aquí y ahora. Procure siempre respirar profundamente, inhalando por la nariz hasta llenar los pulmones y exhalando por la boca hasta dejarlos vacíos. Practique un tiempo y luego me cuenta.

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