viernes, 1 de noviembre de 2019

SANTOS CABRONES: OLVIDADOS DE LA IGLESIA, PERO NO DEL PUEBLO

Invito a la grey católica a la reflexión. Hoy es el día de todos los santos, o al menos, de todos los santos reconocidos por la iglesia; sin embargo, sorprende el hecho de que son los no reconocidos quienes atraen más al pueblo mexicano, ganando cada día más terreno a los santos oficiales del catolicismo. ¿Por qué? Hablemos un poco sobre esto.

Hace tiempo pregunté a una creyente de "La Santa Muerte": "¿Por qué Ella y no la Virgen de Guadalupe?" La mujer me respondió: "Porque a la virgen le puedes pedir cosas buenas, pero la muerte es más cabrona; no te castiga por tener malos pensamientos contra alguien y es que cuando la hacen enojar a una, no se puede poner la otra mejilla como la Virgen de Guadalupe o Cristo aconsejarían. Uno quiere vengarse y para eso pues nomás la santita nos hace el paro". Esa respuesta fue para mí la clave sobre el por qué los santos populares ganan terreno a los santos y vírgenes de la iglesia y es muy sencillo: La iglesia nos enseña que los llamados "santos" fueron personas puras y virtuosas; grandes ejemplos de moral y de buenos principios y que por tanto, Dios Padre las apartó para Él; porque además de lo bien que se portaban, hacían milagros y prodigios poderosos. El problema está en que el mexicano no puede identificarse con una persona pura y de buenos principios morales porque simple y sencillamente no los tiene. El mexicano creyente se identificará más bien con los santos que sean como Él, y en ese orden de ideas, ha de buscar entidades espirituales que se le parezcan. No puede creer plenamente en San José porque jamás se casaría con una chica para estarla contemplando sin poseerla; en cambio cree en La Santa Muerte o en Jesús Malverde porque ellos ayudan a los narcos, dan mujeres, conceden placeres. La mexicana no cree plenamente en María Virgen porque no soportaría estar con el hombre deseado sin tener relaciones sexuales con Él, y no confía plenamente en San Antonio aunque se le ponga de cabeza, porque sabe que para estar bien con San Antonio primero debe estar bien con Dios; pero en cambio cree en la Santa Muerte porque Ella atrae al hombre deseado y asegura plena felicidad y placer con Él, sin exigir ninguna conducta moral a cambio. Los santos populares no son puros ni virtuosos, y tampoco exigen a sus seguidores que lo sean; la Santa Muerte y Jesús Malverde no cuestionan al que quiere vengarse, ni al que quiere "amarrar" al hombre o mujer de sus sueños; sino que acuden al oprimido y lo reivindican. El "Niño Fidencio" no aconseja aceptar la enfermedad con resignación ni la considera "voluntad de Dios"; sino que la cura inmediatamente y sin cuestionar nada. ¿Ve la diferencia?

Para colmo, la iglesia nos cuenta historias sobre los santos que a nadie convencen, y no porque no sean ciertas; podrían serlo o no, pero la idea es que, otra vez, no encajan con la vida de un creyente de a pie como sí lo hacen las historias de los santos populares. Mientras San Ignacio de Loyola meditaba, ayunaba y se flagelaba el cuerpo (con lo que no ayudaba a nadie), y San Miguel Arcángel dominaba al diablo con la espada (un diablo que nadie ha visto hasta hoy), Jesús Malverde se liaba a balazos con los soldados para defender injusticias que sí sucedían, y robaba para darle al pobre. Era dinero de a de veras el que les daba. Mientras la "amorosa" Virgen María de Guadalupe se le aparece a un índio y lo manda a sufrir penalidades ante los obispos (historia que poco a poco se desmiente), es para el mexicano toda bondad y amor, pide que el creyente se aleje de los vicios, no sea goloso y se porte bien, la Santa Muerte vino a ayudar al oprimido, bebe, fuma, come carnitas y chocolate, y odia a los que molestan a sus amigos. ¿A quién quiere más el pueblo? Es obvio. ¿O no?

Amables lectores; si la iglesia quiere que el pueblo crea en sus santos, deberá hacerlos hombres y mujeres con deseos e instintos ordinarios como los de cualquiera, y darles misiones más acorde con la necesidad del que los adora; de otro modo, los "santos cabrones", los populares, los no reconocidos por el Papa, seguirán ganando terreno en México y todo Latinoamérica.

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