lunes, 28 de diciembre de 2020

JÓVENES, ¡LES PRESENTO AL ÉXITO!

"¿Qué es el éxito?" La pregunta me sorprendió, y más porque nos encontrábamos en plena cena de navidad; sin embargo, no batallé mucho para responder.

 

 

Recuerdo que en la facultad de derecho fui muy dedicado a los estudios, y tanto fue así, que algunos de mis profesores pensaron que Yo sería investigador. ¿Qué más podría esperarse con calificaciones tan buenas y un promedio de 93, además de un reconocimiento en el examen profesional? ¡Seguramente haría una maestría (para ser amaestrado como los perros) o un doctorado! Pero el problema con eso es que los estudios de posgrado lo que hacen son buenos investigadores y no buenos profesionistas, y Yo percibo que el investigador se mata recopilando datos, perdiéndose de los placeres de la vida por estar enclaustrado como rata de biblioteca o frente al ordenador y la verdad, nunca fue lo que quise para mi vida. Hubo también quien me aconsejara dar clases, lo que sí intenté, pero no me satisfizo en absoluto porque, si bien el hecho de guiar a las nuevas generaciones al conocimiento es muy loable, se batalla mucho con esta generación de idiotas que lo único que piensan (si es que de veras piensan) es en las redes sociales y que ya ni investigan nada; sino que copian y pegan de Google para cumplir con cualquier asignatura. Por si fuera poco, no me gusta pelear con un montón de buitres (sindicato de maestros) que se disputan los horarios de clases como si en el universo no hubiera más opciones que eso. ¡Que peleen por horarios los muertos de hambre! Para méndigos doscientos pesos que pagan por clase.

 

No faltó el que me propusiera escribir un libro, idea que me gusta; pero el problema es que, otra vez, esto implicaba enclaustrarme en una biblioteca y, además, soy tan irreverente que no solo escribo en primera persona; sino que escribo sobre los temas que me da la gana y no sobre lo que la comunidad de intelectualoides esperaría. Añádanle a esto que no me gusta escribir tan rebuscado y rimbombante para parecer más inteligente de lo que soy porque me gusta darme a entender en todos los estratos sociales. Por eso es que el éxito para mí no era (ni es) nada de eso. Para serle sincero, aunque respeto el trabajo del intelectual, odio sus estúpidas charlas en las que luchan por exhibir sus conocimientos para sentirse más grandes que el otro, como también odio sus fiestas de buen vino y la pesada y pésima música de Lila Downs. Fiestas (si así se les puede llamar a esos velorios) en las que se pegan unos a otros con guante blanco. Otra razón por la cuál ser intelectual no fue negocio para mí, es que el intelectual, respetable por su labor de arreglar el mundo con la pluma o con la lengua, es reconocido solo en los templos del saber. Afuera es un pobre perro que muchas veces no tiene dinero ni para una leche.

 

Pero fuera de los templos del saber, en la sociedad en que vivimos, la gente también había idealizado sin derecho alguno lo que Yo debía ser. Muchos esperaban que Yo fuera institucional, moderado en mi forma de externar mis ideas, religioso y siempre bien portado para que la gente no hablara; pero la gente siempre habla, sea como sea, y Yo desde muy chavo aprendí que a la gente nunca se le da gusto. Además, en mis meditaciones cafeteras entendí también que si Yo hubiera nacido para vivir la vida de la gente, no tendría una vida propia; de modo que me dediqué a ser quien soy: Un tipo que vive como le da la real gana, escupiendo la falsa y rancia doble moral de los hipócritas, que no cree ni adora al dios de ninguna iglesia y que sabe comportarse donde es norma que lo haga, pero que no tiene pelos en la lengua para decir lo que siente desde la privacidad de su casa, en su círculo de amistades o en sus perfiles en las redes sociales. Me preocupo por servir a la gente con mis conocimientos, por más excéntricos y poco ortodoxos que sean, y eso me da dinero. ¿Qué va a decir la gente? Que digan lo que quieran y con la misma los entierren. ¿Qué ejemplo estoy dando a los jóvenes de hoy? La verdad es que disfruto mucho conversando con los que quieren oírme, pero Yo no estoy aquí para dar ejemplos; para eso los niños y los muchachos tienen padre y madre, y si optan por seguir mis pensamientos, será porque en casa no los guían ni los orientan.

 

Así que, jóvenes, no teman hacerme caso en esto: El éxito es vivir a mi manera, tener mi propia moral (que a veces es inmoral y qué) y dedicarme a los negocios de mi propio Dios. Servir con lo que sé, haciendo que el dinero, los viajes, las experiencias y todo cuanto deseo vengan de esa sola y única fuente y sin importarme un carajo lo que de mí se piense y se diga. Familia; amigos; profesores… ¿Los decepciono con mi forma de pensar? No puedo decir que lo siento. Ustedes tienen la culpa, por idealizar y planear sobre una vida ajena.

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