martes, 8 de enero de 2013

UNA PROPUESTA MEDIO LOCA

Hace algunos días, durante un buen café, una persona me decía que si queríamos acabar con la delincuencia organizada, los diputados debían aprobar una ley que nos permitiera agarrar a los familiares de los delincuentes, para que así ellos optaran por entregarse. Dos amigos míos le celebraron la propuesta. A mí la idea me pareció malísima.

 

Y es que se oye muy bonito y novedoso; pero hay qué usar la coca (la cabeza no sean mal pensados) para analizar lo que se nos dice. Yo entiendo la desesperación de la ciudadanía por la inseguridad que CALDERÓN nos dejó, pero no podemos andar cobrando, ni pagando, las tarugadas que otros cometieron. Supongamos que soy un delincuente buscado por la dizque justicia. Pues bien, mi padre es, para mi gusto, un excelente ciudadano, que paga sus impuestos, nunca habla más de lo que tiene qué hablar, vive su vida y deja que los demás vivan la suya propia y cuando da una opinión, la da de la manera más mansa que conozco. ¿De qué le serviría todo eso si de todas formas tiene qué pagar mis tonterías? ¿De qué nos serviría a nosotros no tener antecedentes penales si de todas formas vamos a ser encarcelados? ¿Y quién nos dijo que un criminal, al ver a sus familiares en la cárcel, va a venir llorando a entregarse y a suplicarnos que soltemos a su gente? ¡Pero por DIOS criatura qué ingenuidad de pensamiento!

 

Acabar con la delincuencia, y con todas esas divinuras de las que se ha revestido nuestra sociedad, es y debe ser una meta a larguísimo plazo. Sin embargo se puede, a pesar de que la propuesta que voy a ofrecer (y que aclaro que no es mía, sino que la leí en un libro), pudiera ser aún más alocada (aunque menos ingenua) que la de mi amiga. Para  acabar con todos estos asesinatos y secuestros, violaciones y robos, hay qué tomar dos líneas de acción: 1.- Delincuente comprobado que la justicia agarre, delincuente al que se le confine a las ISLAS MARÍAS como antes, solo que ahora con un sistema distinto. Allá, al delincuente se le permitiría llevar a su familia y se le enseñaría un oficio mediante el cuál, ganaría dinero para hacer una caja de ahorros. Así, al cumplir su condena, regresaría a la sociedad con un capital que le permitiría volver a empezar, pero ya regenerado.

 

Muchos podrían decirme: "¡Pero OMAR, eso cuesta mucho dinero!" Yo les pregunto: ¿Cuánto nos cuesta a los mexicanos el sistema penitenciario que tenemos? Déjeme decirle que, actualmente, el gobierno se gasta, como mínimo, la cantidad de doscientos pesos por día en cada preso que tenemos guardado en la cárcel. ¿Y para qué? Para que cuando sale, vuelva a las andadas por no haber aprendido un oficio y por no contar con dinero para sus necesidades básicas.

 

La propuesta número 2, es que las escuelas deben incluir en sus currículas las materias de PATERNIDAD para los muchachos, y la de EDUCACIÓN EMOCIONAL para los infantes. Pongámoslas en práctica y verán cómo acabamos con la delincuencia.

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