Toda la razón tienen los turistas al enojarse porque los paran en el alcoholímetro. Digo, suponiendo que usted vive en una ciudad, y después de tanto sacrificio logra traer a su familia a PUERTO VALLARTA. Todo va muy bien, se queman en la playa, comen en los restaurantes, o hasta en la playa como lo hace la mayoría, con su pan y su jamón. Llega la noche y después de dormir a los niños, usted decide llevar a su pareja a algún bar para tomarse unas frías, pues ya viene entradón desde la playa. Y todo sigue bien pero al regresar… ¡Toma! Los paran en el operativo, les recogen el carro y se los llevan a pasar una noche en los lujosos separos de LAS JUNTAS, para al salir imponerles una multa por supuesto. ¿Cómo no van a enojarse?
Y es que, sinceramente hablando, Yo también me enojaría y como ellos, también juraría no volver. Porque cómo va a ser posible que siendo el nuestro un centro turístico que vive de los que vienen aquí a emborracharse (y esto le duela quien le duela) los gobiernos insistan en ponerse moralistas con un operativo que ojalá tuviera las intenciones que dicen que tiene, pero la verdad, aquí todo el mundo sabemos que el dinero que se recauda del alcoholímetro no llega nunca a las arcas municipales. ¡Y no señores turistas! Ustedes no son los únicos que reniegan de esta medida. Los vallartenses que manejan los fines de semana ya están hartos de todo esto, sobre todo porque ha servido para llenarle las bolsas a unos cuántos, y para que periodistas maricones como el de la desaparecida 590 llenen sus espacios con su chilladera.
Si en verdad los gobiernos quisieran salvar vidas, y al mismo tiempo conservar el turismo de tan poca calidad que suele tener VALLARTA en SEMANA SANTA, se pondría un aviso en todos los antros, dando a conocer las medidas que se toman con la gente que maneja en estado de ebriedad. Así, las familias podrían al menos designar a uno para que manejara de regreso sin haber tomado. Pero eso nunca se hará. ¿Sabe por qué? Porque ese es el negocio precisamente. El turista no sabe que hay alcoholímetro y se embriaga a más no poder. Después, cuando sale del bar o de la discoteca, cae en las garras de quienes ya lo esperan para bajarle el dinero. Con esas ganancias hasta Yo me iba de tránsito. ¿No cree?
Pero no espero que mi comentario cambie nada. Sería como pedirle al perro que dejara la carne que ya tiene en el hocico. Lo que sí les digo es que luego no quiero oírlos chillar porque la gente ya no viene a VALLARTA; porque con ese tipo de raterías, hasta la chilangada deja de venir. ¡De mí se acuerdan!
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