viernes, 11 de abril de 2014

RECUERDOS DE SEMANA SANTA

Era la SEMANA SANTA de sabor a pescado, chiles rellenos y capirotada, la cuál mi madre preparaba, siempre reservándome una parte que no tuviera pasas porque nunca me han gustado. La televisión emitía las mismas películas de cada año: MARCELINO PAN Y VINO, MARÍA REINA DE REINAS, y otras que hablaban ya fuera de la pasión de CRISTO, o de pasajes bíblicos como el del rey DAVID. Así eran estos días que ya se nos vienen de nuevo en este paraíso llamado PUERTO VALLARTA. Pero déjeme seguirle contando:

 

Nunca nos gustó ir a la playa en jueves y viernes santo, porque como usted ya sabrá, se llenan de gente que viene a disfrutarlas y preferimos dejárselas unos días, al cabo que nosotros las tenemos todo el año. En cambio, nos reuníamos todos en casa de los abuelos para comer, y luego irnos el jueves al lavatorio de pies. Los viernes nos despertábamos para desayunar y arreglarnos, porque en aquel tiempo se representaba en el atrio de la iglesia de SAN MIGUEL ARCÁNGEL la ULTIMA CENA, y se hacía el recorrido hasta la COLONIA DEL TORO, donde quien hacía el papel de CRISTO era crucificado. Yo no disfrutaba tanto el recorrido, como las nieves y los raspados que nos compraban para que aguantáramos el camino; porque si bien es cierto que no está lejos, había qué ir despacio por lo de las caídas, de las que el amigo que representaba a CRISTO siempre tardaba en levantarse. Además, todavía se hacían algunas escenas como la del JUDÍO ERRANTE, que no sé de dónde se la sacaron pero que sigue formando parte del drama donde quiera que se representa la pasión.

 

Finalmente llegaba la hora de comer cuando el CRISTO, ya en la cruz, gritaba a voz en cuello: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Entonces parecía como cuando a los niños se les toca la campana de salida. Todo el mundo corría a sus casas para comer. Nosotros nos íbamos a casa de mi abuelita, que estaba muy cerca del lugar que hacía las veces de MONTE CALVARIO, y comíamos con Ella, pero aquí no acababa la cosa porque en la tarde, éramos llevados a la adoración de la imagen del CRISTO crucificado, ya que, según nos decían, la VIRGEN MARÍA estaba triste y teníamos qué acompañarla en su dolor.

 

Lo chistoso, y que más recuerdo de SEMANA SANTA, es que en jueves y viernes mi madre no podía pegarnos. Entonces nos decía: "¡Pero no me la hagan el sábado!" Y era sabio el consejo porque, si se la hacíamos el SÁBADO DE GLORIA, nos cobraba esa, y las del jueves y viernes. Así era la SEMANA SANTA todos los años, hasta que me fui a los ESTADOS UNIDOS, donde a pesar de haber católicos, es un asunto muy distinto. Cuando me fui, ya no simpatizaba con la iglesia católica y sin embargo, sí extrañé las tradiciones familiares porque son momentos que dejan recuerdos.



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