viernes, 26 de octubre de 2018

Y ES QUE LA BURRA NO ERA ARISCA

Ayer leía un post en Facebook de la siempre "indignada" reportera Carolina Gómez Aguiñaga, que se quejaba de que "solo una española, y ningún mexicano había respondido al llamado para ayudar a los damnificados por el huracán Willa". Debo confesar, y esto para que no se diga que no reconozco las fuentes de mi inspiración, que fue ese comentario el que me dio la idea que voy a externarles porque es cierto: De un tiempo a la fecha hasta a mí me da flojera acudir a los centros de acopio a llevar algo. ¿Por qué?

Como dice aquel bolero: "No es falta de cariño". Los mexicanos somos solidarios y todo corazón; eso ni quién lo dude. Sabemos estar con nuestra gente, tenderle la mano, darle aunque sea un taco de frijoles si es lo único que tenemos para ofrecerle al hambriento y necesitado; el problema es que se han visto tantas marranadas a la hora de las reparticiones, que el mismo mexicano ha dejado de confiar en sus compatriotas a la hora de enviar ayuda a los damnificados por alguna tragedia. La desgracia humana no ha dejado de conmovernos; pero también nos re patea leer noticias como que "la Primera dama no quiere que organizaciones no lucrativas se encarguen de la repartición de los víveres que ellos mismos juntaron porque todo tiene que ser canalizado a través del DIF"; o ver y escuchar noticias de bodegas donde se esconde todo lo que mandamos para que algún funcionario lo aproveche, mientras a la vez, vemos y escuchamos en las mismas noticias que hay gente necesitando agua y comida. Las buenas obras son necesarias y en mi opinión, debemos participar en ellas de acuerdo a nuestra posibilidad y sin estúpidas jactancias; pero ser buena onda no significa ser condescendiente con los que aprovechan el momento para llevar agua a su propio molino. Eso, y no mandar nada, es lo mismo.

Ahora bien, no se me mal entienda. No estoy diciendo que no mandemos; sería Yo un mal nacido si lo hiciera. Lo que digo es que la burra no era arisca; la hicieron. Si buscamos LA RAZÓN por la que la gente ya no participa como antes, aquí la tenemos y es muy simple. El mexicano debe tener la certeza de que lo que envía está siendo aprovechado; y con todo respeto, esa certeza ya la perdimos. Antes, aunque nadie viera ni supiera, confiaba que los víveres eran entregados; hoy, con tanta noticia y tanta rapiña ya uno duda mucho a la hora de desprenderse de unos centavos para darle la mano a los damnificados porque en cuanto uno quiere hacerlo, recuerda todo lo que se ha sabido y piensa: ¿Voy a deshacerme de mi dinero para que alguien que ni lo necesita llene su casa? ¿Voy a quitarme el pan de la boca, y a quitárselo a mis hijos para que el mal funcionario se lo coma? Definitivamente no.

La montaña salvó a Vallarta otra vez, y debemos estar contentos por eso; pero el huracán Willa dejó muchos problemas para nuestros compatriotas de Nayarit y Sinaloa. La solidaridad y buen corazón de los mexicanos no ha cambiado, porque queremos darles la mano y no nos hemos enfriado todavía; sin embargo los malos funcionarios, los miserables rateros muertos de hambre que teniendo su buen sueldo se roban lo que el pueblo da de corazón, son los culpables de que la gente ya no se sienta motivada a dar nada y la conclusión de lo que digo es muy sencilla de escribir, leer y entender: O el Gobierno se pone las pilas a la hora de repartir, o el mexicano acabará siendo tan frío como cualquier europeo. Desayúnense esa y nos leemos el lunes. WhatsApp: 322 191 10 89.


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