lunes, 4 de junio de 2012

FANTASMAS DE LA RADIO

“Aquí siempre, al dar las doce de la noche, suceden cosas que ustedes no creerían”. Nos aseguraba aquel operador de la RADIO CULTURAL en PUERTO VALLARTA, la que está en la calle OCÉANO PACÍFICO 201, en la colonia PALMAR DE ARAMARA, y que ahora se llama JALISCO RADIO. Tanto nos insistía en el asunto que, una noche de esas, cuando nos tocaba transmitir el programa que teníamos, cuatro compañeros decidimos quedarnos con Él para ver de qué se trataba. “Vine a comprobar tus joterías”. Le dije a mi amigo. Si solo me lo hubieran contado… ¡Jamás lo habría creído!

Aquella noche de 1999, como siempre, llegamos a las ocho y treinta para prepararlo todo. Nuestro programa iniciaba a las nueve. Era una noche lluviosa y cuando terminamos, el cielo se venía a cántaros y los truenos parecían dejarse caer sobre nosotros. Salí a la cabina de controles y me senté frente al operador. “¿Así que a las doce se te aparece quién?” Le dije burlándome de nuevo. “Mira, Tú te burlas pero voy a contarte algo que me pasó hace una semana: Estaba Yo aquí como siempre. Eran las once treinta cuando escuché que alguien tocaba la puerta de la estación. Aunque se me hizo raro que alguien viniera a esas horas, salí a abrir y más fue mi sorpresa cuando, en vez de ver a un adulto, vi a un niño como de cuatro años parado en la puerta. Me pidió un vaso de agua y, como eso a nadie se le niega, pues fui y llené un vaso para dárselo. Pero al extenderle la mano para entregárselo… ¡Se desvaneció! ¡El niño desapareció frente a mis ojos y el vaso cayó al suelo!”

No podía negarse que el operador narraba con cierto temor la experiencia que, según Él mismo, había vivido hacía una semana. Sin embargo, todos seguíamos sin creerle mucho. El reloj daba las once y, para esa hora, solo estábamos en la estación los cuatro locutores que conducíamos el programa de las nueve y que ya hacía una hora que había terminado, el operador cuyo turno terminaba a las doce y un policía estatal que siempre estaba ahí porque esa radio es del gobierno. Uno de nosotros, sin que mi amigo supiera, entró al estudio de grabaciones y a las otras cabinas para comprobar que nadie estaría escondido ahí para jugarnos una broma pesada. No había nadie. Todo parecía en perfecto orden.

Cuando faltaban escasos segundos para la media noche, dije a todos los muchachos: “Chavos, estamos a punto de sentir la mano invisible que, justo a las doce, viene y le agarra los huevos a nuestro amigo. ¿Están listos?” Y justo al terminar, unos pasos y unos ruidos de gente comenzaron a escucharse en la cabina de grabaciones que, por cierto, estaba cerrada. “¡Escuchen! ¡Escuchen todos! ¿Ahora me creen?” Decía mi amigo el operador. La lluvia, los truenos y esos ruidos que provenían de la cabina vacía, ponían los pelos de punta. De pronto, más ruidos de puertas que se abrían y cerraban, pero según quienes veían todo, nada se movía de su lugar. El operador transmitía ya el HIMNO NACIONAL, para luego, cerrar transmisiones y salir corriendo de la radio. Nosotros nos limitábamos a escuchar.

El policía estatal se dirigió entonces a la cabina de grabaciones de donde provenían los ruidos, abrió la puerta y entró, para a los pocos segundos salir sorprendido y pálido. “No hay nadie… ¡No hay nadie! ¡De qué se trata todo esto!” Las mujeres se encerraron en la cabina de transmisiones. Y mientras tanto, el operador había acabado su trabajo. “Será mejor que nos vayamos todos”. Nos dijo. Pedimos dos taxis que llegaron a los cinco minutos y salimos de allí, algunos asustados y otros riendo, quizás de los nervios que todos sentíamos y de la adrenalina que traíamos al mil porciento.

Hoy en día JALISCO RADIO ya no cierra transmisiones. Transmite las veinticuatro horas del día pero tengo entendido que, el último en salir de allí, se va a las diez de la noche dejando toda la música programada. Lo que le cuento en este artículo es verídico. Yo lo viví; por eso lo creo.

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