miércoles, 17 de agosto de 2011

NO ES FALTA DE PRESUPUESTO SINO DE VOLUNTAD

Estaba a unos días de graduarme de la preparatoria y la misión, para la señora LEAH quien era mi maestra de movilidad, era hacerme independiente. Lo siguiente en su programa, era que había que aprender a viajar en el transporte urbano. Tomé el teléfono como la maestra me lo había indicado y llamé a la base de donde ellos salen a hacer su ruta. Les dije: “Soy una persona invidente, vivo en tal calle y necesito llegar al SATTLEBACK COLLAGE a las dos treinta de la tarde.” Al instante, aquella dulce voz me respondió: “El camión que le hará llegar a tiempo, pasará por la parada y se detendrá frente a usted a la una cuarenta y cinco.”

¡Increíble! Todo sucedió tal cual me lo habían dicho. Abordé aquel camión y el operador me dijo: “Solo págame cuarenta centavos, porque esa es la tarifa para ustedes y siéntate en este lugar detrás de mí para poder verte.” Aquel camión urbano avanzaba y era seguido de lejos por la maestra, quien había quedado de recogerme en su coche una vez que llegara a mi destino. Después de una media hora, el operador tomó el altavoz y dijo: “Bienvenidos a Sattleback Collage.” Se detuvo frente a la caseta, junto a las puertas del colegio. En cuanto bajé, una suave mano me tomó del brazo, llevándome a la banca. “¿Cómo te llamas?” Me preguntó con interés; a lo que de manera muy atenta le respondí: “Yo soy Omar Arce. ¿Cómo te llamas tú?”

Al instante supe todo de ella; su nombre, la carrera que ahí estudiaba y que no tenía novio, pero cuando aquella plática se ponía interesante, escuché un rechinar de llantas y la puerta del coche de la maestra que se abría. Le pedí en tono de broma, que fuera a darse una vuelta y que volviera en unos treinta minutos, pero no accedió. Me despedí de aquella muchacha y me subí al coche, para ser llevado de regreso a la escuela.

Pero como siempre, de estas vivencias nacen mis propuestas. ¿Se imagina usted tener un transporte urbano tan ordenado en nuestra ciudad? No me quejo del excelente trato que me dan los chóferes, solo quiero mostrar cuánto nos falta legislar al respecto, mientras nuestros diputados federales todavía discuten tonterías como: ¿Debemos llamarlos “personas con discapacidad?” ¿Debemos llamarlos “personas con capacidades diferentes?” Bueno señores diputados; ya les volvió a tocar un bastonazo sin querer. Ahí se los dejo, quizás como otro grito en el desierto, pero nada se pierde.

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